viernes, 7 de septiembre de 2012

Clara y el rayo de luz

Tiliiin, tilooon, tiliiin, tilooon...!


Éste era el alegre sonido de las campanas que cada mañana despertaban a Clara para ir al colegio.

¡Tiliiin, tilooon, tiliiin, tilooon...!

Clara tenía 6 años y vivía con su familia en un pequeño pueblo, situado en una comarca rodeada de altas montañas y verdes valles, donde casi todos los días llovía y en los que sólo de tarde en tarde brillaba el sol.

Al amanecer, cuando la campana de la torre de la pequeña iglesia comenzaba a repicar, Clara abría muy despacito sus grandes ojos azules y lo primero que alcanzaba a ver eran las brillantes gotitas de lluvia, deslizándose por los cristales de la pequeña ventana de su habitación.

Pero un día, algo especial ocurrió:

Clara, al despertarse, notó en su carita un suave calorcillo que le hizo cosquillas en los ojos y la obligó a estornudar. No podía ver nada, algo la deslumbraba.

De un salto se levantó de la cama, miró hacia la ventana y... ¡Oh, sorpresa!, las gotas de lluvia habían desaparecido del cristal y en su lugar un delgado y brillante rayo de luz se colaba en la habitación, iluminándolo todo y posándose suavemente sobre la almohada de su cama.

Clara, que no sabía lo que era aquello, se sorprendió mucho al verlo. Se acercó despacito, despacito e intentó cogerlo con la mano. Pero cuando fue a tocarlo, vio que no podía, el rayo de luz se le escapaba de entre los dedos, no podía cogerlo; pero sí podía sentir un suave calorcillo en su piel cada vez que pasaba su manita por encima de él.

La niña comenzó a jugar: lo miró de cerca y de lejos, le dio vueltas, intentó tocarlo, se puso delante, se puso detrás y estuvo un buen rato entretenida con su nuevo amiguito. Pero cuando... cuando se quiso dar cuenta, el rayo de luz había desaparecido. Clara se puso muy triste. Lo buscó por todas partes, incluso miró dentro del armario y debajo de la cama, pero nada..., se había ido, no estaba allí.

- ¡Bueno, no pasa nada! se dijo.

El resto del día, nuestra amiga, estuvo haciendo lo normal que hace una niña: comer, jugar, ir al cole, estudiar y, al llegar la noche, se fue a dormir.

A la mañana siguiente, otra vez volvió a despertarla el agradable calorcillo que le daba en la cara.

Clara dio un salto de alegría y se levantó de la cama.

- ¡Ah, estás aquí, yo creía que te habías ido...!

- Ayer por la mañana, cuando desapareciste, me puse muy triste, creía que no ibas a volver más. Pero ya estás otra vez aquí. Qué agradable es sentir tu calorcillo...

- “Bueno, no te vayas, le dijo la niña. Voy a tomarme un tazón de leche y enseguida vuelvo a jugar contigo. Me encantan tus cosquillas en los ojos y que me hagas estornudar.

Pero cuando Clara volvió a su habitación, otra vez el rayito de luz se había ido, ya no estaba.

- ¡Me cachis...! Otra vez se ha ido, exclamo la niña muy enfadada. Es que no quiere ser mi amigo o qué?

- Tengo que pensar un plan para atraparlo y que no se vaya.

A la mañana siguiente, Clara se levantó muy temprano y... cuando el rayo de luz volvió a entrar por la ventana hasta su cama la niña cogió un bote de cristal, metió el rayo de luz dentro y lo tapó.

- ¡Ah, ja, ja... ya no te escapas! De aquí no te podrás salir, porque es un bote de cristal y, como es transparente, yo te puedo ver, pero tú no te podrás ir.

Clara dejó el bote encima de la cama y se fue al colegio. Pero cuando volvió...

- ¡Pero bueno! No está el rayo de luz dentro del bote. ¿Cómo se ha podido salir?

- ¡Ah, ya está! Será que como el bote es transparente... Ya se lo que voy a hacer, mañana lo guardaré dentro de una caja de cartón y así, como no es transparente, no se podrá salir, porque estará oscurito y no verá nada.

Efectivamente, se levantó muy temprano por la mañana y, cuando el rayo de luz volvió a aparecer, lo atrapó rápidamente en la caja de cartón y lo tapó.

- Ahí estarás bien seguro. Así no te podrás ir otra vez. Pero no te asustes que yo te sacaré de vez en cuando para jugar.

Clara se fue de nuevo al colegio. Cuando llegó la tarde y volvió a su casa, fue corriendo a ver su caja de cartón, pero cuando la abrió...

- ¡Oh... no había nada dentro...!

La niña se puso muy triste y pensó que lo mejor sería hablar seriamente con su nuevo amigo y pedirle, por favor, que no se fuera más.

A la mañana siguiente, que era fiesta y que por lo tanto no había que ir al colegio, Clara se levantó y se sentó a esperar la llegada del rayo de luz. Esperó, esperó y esperó, pero el rayito no llegó.

Cansada de tanto esperar y sintiéndose muy triste y decepcionada, nuestra amiga se puso a llorar desconsoladamente diciendo:

- ¡Ay, ay... mi amigo el rayo de luz se ha enfadado conmigo y no ha venido hoy. No quiere saber nada de mí...!

Estaba llorando de esta manera cuando llamaron a la puerta:

- “Pom, pom...”

- ¿Quién es? preguntó la niña.

- Ábreme niña. Contestó una dulce voz desde el otro lado.

Era una anciana que vivía cerca de allí y que la había oído llorar.

- ¿Qué te pasa , chiquitina? ¿Por qué estás tan triste?

Clara le contestó:

- ¡Pues nada...! Hace unos días un rayito de luz entró en mi habitación por la peque a ventana que hay allí, nos hicimos amigos y jugábamos juntos. Pero yo he querido atraparlo. Primero lo metí en un bote de cristal y luego en una caja de cartón. Él se ha escapado de los dos sitios y se ha enfadado conmigo. Se ve que no le gustaba estar prisionero, pero yo sólo quería tenerlo guardadito para jugar con él cuando yo quisiera. Creo que no volverá más y por eso estoy muy triste...

La anciana, después de escuchar a la niña atentamente, comenzó a reírse cariñosamente y le dijo:

- No te preocupes querida niña. ¿Sabes lo que ha ocurrido...? Pues lo que ha ocurrido es que ese rayito de luz, amigo tuyo, es un rayo de sol, que cuando se hace de día y no hay nubes en el cielo entra por tu ventana todas las mañanas y te ilumina la habitación y te da en la carita y te calienta la piel. No me extraña que te guste jugar con él, pero nunca podrás atraparlo.

¿Tú no sabes que la tierra gira alrededor del sol...? Pues así es y por eso el rayito de luz nunca se quedará para siempre en el mismo sitio. Además, hoy está nublado y el sol está escondido detrás de las nubes, por eso no se ve. Pero no te preocupes, cuando éstas se vayan tu amigo volverá a entrar por tu ventana y tú podrás jugar con él un poquito. Pero no quieras atraparlo, él nunca se dejará.

De todo esto puedes aprender una sencilla lección: Es importante que disfrutemos de las cosas mientras las tengamos. Que juguemos, nos divirtamos y disfrutemos de todo lo que hay a nuestro alrededor. Pero, nada dura para siempre... Lo importante es que sepamos disfrutar cada día de lo que tenemos. Si hoy tienes al rayito de luz, juega con él, y si mañana no lo tienes, busca otra cosa con la que divertirte y así aprenderás a descubrir lo bueno y lo divertido de cada momento.

Así es que no llores. Hoy está nublado, pero mañana volverá a salir el sol y tu amigo el rayito de luz volverá a visitarte.

Clara escuchó atentamente todo lo que su sabia vecina le decía . Le pareció muy interesante y además aprendió muchas cosas que después le sirvieron para toda la vida.


Y... así ocurrió y así fue, como me lo contaron te lo conté.