Hace unos días una persona conocida me hizo el siguiente comentario: "Qué suerte tiene tu hija de que la hayáis adoptado..."
Más tarde, pensando en dicho comentario, se me ocurrió ponerme en la piel de un adoptado, pero como me resultaba imposible, le trasladé la pregunta a una chica, adulta, adoptada... Y su respuesta fue: "la suerte hubiera sido poder permanecer con mi familia biológica..." Me quedé callada, pensativa, entendía que tenía razón, pero una congoja repentina me ahogó la voz...
Durante algunos días seguí con la misma idea dándome vueltas en mi cabeza. Por una parte quería aceptar que ese sentimiento era perfectamente entendible, pero por otra me sentía triste por pensar que mi hija pudiera albergar esos mismos sentimientos. Y no porque me sintiera rechazada como madre, sino porque mi hija pudiera estar sufriendo una ausencia que no es posible remediar.
Volviendo a nuestra realidad, la realidad de ser "madre adoptiva" y mi hija "hija adoptada", mi reflexión es que "la adopción es para mi una suerte, porque me ha permitido poder cumplir el sueño de ser madre. Y, con respecto a mi hija, espero que, de alguna manera, el cariño y la dedicación que sentimos por ella pueda paliar el sufrimiento por las ausencias que la acompañarán toda su vida. Sabemos que la pieza que falta en el puzle de su vida, no podremos colocarla, pero esperamos que sienta todo el amor que estamos dispuestos a darle.
Te quiero mucho princesa.
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