“Nacida del corazón”
Cuando Mari-Lú llegaba a casa cada día, acompañada de mamá, después de una divertida jornada de juegos en el cole, siempre había un ruidito que por habitual se había convertido en familiar. Se trataba de las pisadas convertidas en carreras que Pilu y Pelos recorrían a lo largo del pasillo hasta llegar a los pequeños pies de la niña.
Pilu restregaba su lomo gris de pelo corto y sedoso, mientras maullaba y miraba a Mari-Lú con sus grandes ojos verdes.
Pelos, en cambio, saltaba y ladraba de alegría mientras iba y venía de un lado para otro.
Pilu y Pelos, un gato y un perro; mejor dicho, una gatita y una perrita, que vivían en la casa familiar incluso antes de que Mari-Lú llegara a ella.
Hoy, papá, le tenía preparada una sorpresa: Pilu y Pelos estaban “preñadas”.
- ¿Qué es eso?, preguntó la niña.
- Significa, contestó papá, que pasados unos meses, Pilu tendrá gatitos y Pelos tendrá perritos.
Mari-Lú quedó encantada con la buena noticia y desde ese mismo momento comenzó a contar los días que quedaban para el feliz acontecimiento. Colocó un calendario de grandes números en la pared de su habitación e hizo que su padre le señalara con un gran círculo rojo la semana en la que los pequeños nacerían.
Cada día, al levantarse, Mari-Lú tachaba un día del calendario. Los días pasaban y Pilu y Pelos iban engordando cada vez más y más. Sus carreritas hacia la puerta de entrada, cuando llegaba la niña, eran cada vez más lentas, pero no menos cariñosos los gestos que los tres se dedicaban.
¡Y el gran momento llegó!
Hacía ya varios días que Pelos, la pequeña perrita de Mari-Lú, había tenido tres preciosos perritos de color canela, cuando una mañana, al levantarse, descubrió que Pilu, la gatita, también había tenido a sus pequeños gatitos durante la noche.
- ¡Mamá, mamá...! gritaba la niña corriendo muy nerviosa hacia la cocina.
- ¿Qué ocurre, hija?
- ¡Mamá, Pilu ha tenido hijitos!
- Sí cariño, contestó la madre. Ya me he dado cuenta. Esta mañana, al levantarme, he visto cómo nacía el último gatito.
- Mamá, ¿yo también nací de tu tripa? Preguntó la niña.
La mamá de Mari-Lú se quedó un ratito pensando y luego dijo:
- Veras, cariño, casi todos los niños y niñas nacen de la tripa de mamá y del corazón de papá y otros niños y niñas nacen del corazón de mamá y de papá.
- ¿Y yo, de dónde nací yo, mamá?
- Tú naciste de nuestro corazón.
- Papá y yo soñábamos contigo antes de conocerte. Cuando te vimos por primera vez, sabíamos que eras nuestra niña, la que llevábamos en nuestro corazón. Te cuidamos, te acariciamos cuando lloras, te llevamos al médico cuando estás malita, jugamos en el parque y hasta te reñimos cuando te portas mal. Por eso somos tus papás.
La niña miraba a su mamá con carita de no saber qué decir. Sólo se abrazó muy, muy fuerte a ella y se sintió muy, muy contenta de tenerla a su lado.
Los días iban pasando y los perritos de Pelos crecían fuertes y grandes. En cambio, los gatitos de Pilu parecían casi tan pequeñitos como el primer día. Además estaban tristes y apenas se movían.
Después de observarlos durante toda una mañana, Mari-Lú se dio cuenta de que aunque los pequeños gatitos intentaban acercarse a Pilu para mamar, ésta no podía casi moverse. Además no tenía leche y su aspecto era de estar muy enferma.
Mari-Lú se preocupó muchísimo al darse cuenta de lo que ocurría y así se lo contó a sus papás.
Los tres estuvieron pensando para encontrar alguna solución. Lo que estaba claro era que no iban a dejar que los gatitos murieran de hambre.
Pero una mañana, algo extraordinario ocurrió...
Ocurrió que cuando Mari-Lú fue a buscar a los pequeños gatitos para darles el biberón, éstos no se encontraban en su cestita. Después de buscarlos por un lado y por otro, al final los encontró en el rincón donde Pelos, la perrita, tenía acostados a sus cachorritos. Los tres perritos y los dos gatitos dormían juntitos y acurrucados. Además tenían las caritas manchadas de leche. ¿Qué habría ocurrido?
La niña corrió a contárselo a papá y mamá.
- ¡ Mamá, papá...! Los gatitos de Pilu están con los perritos de
Pelos. Y creo que han comido ya, porque están dormiditos y tienen las caritas manchadas de leche. ¿Qué habrá ocurrido?
Mari-Lú y sus papás se acercaron hasta el rincón de Pelos y, efectivamente, todo era tal y como la niña les había contado. Observaron a los pequeños en silencio, tenían la barriguita hinchada, y la perrita Pelos se encontraba tumbada y relajada, mirando a los cinco cachorros con mirada tierna y protectora.
Decidieron dejarlos descansar y esperar hasta más tarde para ver lo que ocurría.
Cuando llegó la tarde, la niña corrió de nuevo hacia el rincón de los cachorros para ver lo que pasaba. Y cual no sería su sorpresa al ver que los gatitos estaban mamando de la perrita Pelos…!
- ¡Mamá, mamá, los gatitos ya tienen quien los cuide!
- ¿Cómo dices? Preguntó su madre, asombrada.
- Sí, mira, Pelos se los ha llevado para cuidarlos. Los gatitos no han nacido de su tripa, pero ella los quiere igual…
Cuando llegó su papá le contaron todo lo que había ocurrido y después de asegurarse de que los cinco cachorritos estaban bien cuidados, limpitos y comiditos, decidieron pasar los tres juntos una tarde estupenda en el parque.
Y... así lo hicieron.
Me gustaría que publicaras más cuentos, me parecen muy bonitos.
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