Hoy, en Adopción Punto de encuentro, me he encontrado con este precioso cuento. Con su permiso lo reproduzco y hago mi reflexión sobre el tema.
Un pequeño cactus lloraba silenciosamente.
Un zorro al verlo le preguntó qué le había sucedido.
El cactus le dijo: “Estoy triste porque desde que nací nadie me ha abrazado, ni siquiera mi madre, porque estas espinas me lo impiden”.
El zorro, impresionado ante tal enigma intentó ayudarlo sacando con el hocico algunas de las espinas, pero cada vez que lo intentaba o el cactus se quejaba o él mismo se pinchaba la nariz.
Ya vencido, el zorro se dedicó a pensar.
De pronto, saltó de emoción y dijo: ”Vengo en un momento”.
Poco tiempo después, el zorro volvió junto con una gran alpaca lanuda, tan lanuda que al abrazar al cactus sus espinas no pudieron dañarla.
Iván Manuel Valdivia Gandurván
Este emotivo cuento me ha ayudado a reflexionar sobre algunos comportamientos, que nos pueden “descolocar”, de nuestros hijos adolescentes.
Es cierto que en alguna ocasión le he recriminado a mi hija parecerse a un “cactus pinchón...” pero inmediatamente he procurado que las “espinas”, al igual que a la alpaca lanuda, no me llegaran. No es fácil, pero si tenemos presente los sentimientos que pueden provocar esa reacción, nuestra perspectiva de la situación puede cambiar.
No es lo mismo creer que “lo hace por fastidiar”, que pensar “que sufre” y que ese sufrimiento nace del dolor por haber sido abandonada, maltratada, despreciada... por las personas que “se suponía” tenían que protegerla.
Recuerdo una conversación con Iratxe Serrano (La voz de los adoptados) en la que me habló por primera vez de ser “padres terapéuticos”. Tengo que reconocer que, al principio, no me gustó nada este título, pero con el paso del tiempo he tenido que darle la razón, como en muchas otras cosas...
Sí, “padres terapéuticos”, que ayuden a sanar las heridas, a comprender que la historia de nuestros hijos no comenzó con nosotros, que su paciencia sea infinita, tan infinita como puede llegar a ser la provocación de un adolescente... En definitiva, padres “lanudos” a los que las espinas del “adolescente cactus” no les lleguen. Y, si hace falta, como ese zorrito inteligente, buscar ayuda de un profesional que nos acompañe para sacar lo mejor de esas “personitas” que crecieron y nacieron de nuestro corazón y a las que “el hilo rojo” nos había unido desde siempre...
Te quiero mucho, princesa.
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