lunes, 8 de octubre de 2012

¡Andrés, vive al revés...!

La historia que os voy a contar puede pasarle a cualquiera, sobre todo si sois de ese tipo de niños o niñas a los que les aburre muchísimo hacer siempre lo mismo.


Esa es la historia de Andrés, un niño que decidió “vivir al revés”.

Cierto día, Andrés, cansado y aburrido de hacer siempre las mismas cosas todos los días y casi a la misma hora, decidió que había llegado el momento de cambiar, y así lo hizo…

Aquella mañana, al levantarse, no se peinó ni se lavó los dientes.

Se colocó los zapatos al revés. En vez de desayunar cenó y para ir al colegio se fue caminando hacia atrás, parecía que en vez de “ir” “venía”.

Todo el mundo lo miraba extrañado; sobre todo, sus compañeros de clase, que no supieron qué contestar cuando al entrar en el aula en vez de decir “hola” dijo “adiós”.

Don Juan, el maestro, repartió los cuadernos y las fichas de trabajo para que cada niño realizara sus tareas. Pero, Andrés comenzó a trabajar por el final.

Escribió los números del cien al cero, leyó un cuento empezando por la última página y a la hora del recreo primero se comió las chuches y después el bocadillo.

Cuando sus amigos le invitaron a jugar al fútbol, todos se quedaron “boquiabiertos” al ver que marcaba un gol en su propia portería. Como es lógico no quisieron seguir jugando con él.

Al volver a su casa, por supuesto caminando al revés, su madre le tenía preparado un exquisito plato de patatas y un sabroso y fresquito helado de fresa para el postre. Pero Andrés decidió tomar un gran tazón de leche con cereales y nada más.

Sus padres, sus amigos, su maestro y todos los que le conocían no sabían por qué el niño actuaba así. Le habían preguntado una y otra vez pero él nunca respondía con claridad, sólo decía que había decidido “vivir al revés”.

Pasó un día, pasaron dos y tres. Y una semana y dos y tres. Y un mes y dos y tres. Y Andrés seguía haciéndolo todo al revés.

Al principio toda esta historia le parecía muy divertida, sobre todo porque su vida había dejado de ser aburrida y, además, conseguía que todo el mundo estuviera pendiente de él. Pero pronto las cosas comenzaron a cambiar…

Una noche, mientras se peinaba para acostarse, se dio cuenta de que no alcanzaba bien a verse en el espejo, parecía que había “encogido…”

Al levantarse por la mañana, observó que los pantalones le quedaban un poco grandes, al igual que la camisa. Pero no quedó ahí la cosa, también descubrió con muchísima vergüenza que la cama estaba mojada ¡se había hecho pis…!

Cuando al llegar a clase comenzó a trabajar en las fichas que su maestro le entregó, Andrés se dio cuenta de que había algunas actividades que no sabía hacer. Esto le pareció un poco raro, además, cuando hablaba con sus amigos, éstos se reían de él porque no pronunciaba bien algunas palabras…

- ¿Qué me está ocurriendo? se preguntó…

Después de mucho pensar y pensar y pensar, llegó a la conclusión de que algo terrible le estaba pasando, en vez de crecer se estaba haciendo cada vez más pequeño…

¡Claro…! tanto había querido “vivir al revés” que, incluso, en vez de cumplir años los iba descumpliendo. ¡Se acabaría convirtiendo en un bebé…!
¡Oh, Dios mío, qué desgracia!, ¿cómo podía parar todo aquello?

Ya no resultaba tan divertido hacerlo todo al revés, pero ¿qué podía hacer…?

Andrés no  se atrevía a salir a la calle, pasaba el día en el desván de su casa.
De pronto, llamó su atención una pequeña caja de madera que estaba casi escondida debajo de un viejo sillón, que había pertenecido a su bisabuelo. La cogió con cuidado, la abrió y sacó de su interior un precioso reloj de arena, que estaba acompañado de una nota que decía:

“Soy la medida del tiempo si me utilizas bien recuperarás todo el que hayas perdido”

Dando un salto de alegría exclamó:

- ¡Lo encontré, aquí está la solución a mi problema!

Bajó corriendo las escaleras, entró en la cocina y le enseñó a su madre lo que había encontrado.

- Ah, sí, dijo ella, este reloj me lo regaló mi padre porque había pertenecido a mi abuelo. Pero es un reloj un poco extraño, sólo funciona al revés. La arena en vez de bajar, sube. La verdad es que no sé muy bien para qué sirve...

Andrés coloco el extraño reloj en su habitación y esperó a que la arena subiera una y otra vez, una y otra vez… hasta recuperar todo el tiempo perdido.

Y así fue como poco a poco el niño fue volviendo a la normalidad.

Volvió a crecer día a día. Comenzó a entenderse y a jugar con sus amigos, no volvió a mojar la cama de noche… y al pasar unos meses pudo celebrar su cumpleaños junto a su familia y amigos.

Nunca se le volvió a ocurrir “vivir al revés”, por los menos no de una forma tan descarada…

De mayor siguió siendo un poco rebelde, pero, claro está, todo dentro de unos límites.

¡Ah! Y también siguió ayudando con el mágico reloj a otras personas que por una razón o por otra habían “perdido su tiempo”.


Y... así ocurrió y así fue, como me lo contaron te lo conté.







domingo, 7 de octubre de 2012

TALLER: Libros de vida en adopción

TEJIENDO SUEÑOS, junto con el Servicio Postadopción de Andalucía, os invita al taller en:



Libros de vida en adopción



  Sin duda la historia de nuestros tiene todo nuestro interés.
  ¿Qué es un libro de vida? ¿Para qué sirve? ¿Por qué es tan importante para un niño adoptado? ¿Cuáles son las claves para elaborarlo?
  Conversar sobre adopción a través de un libro de vida es una experiencia que muchos padres e hijos recomiendan.



Taller dirigido a padres adoptivos y a padres en pre-adoptivo.

Día: Viernes, 19 de octubre de 2012.
Hora : 18:00 – 20:30.
Lugar: Centro del profesorado "Luisa Revuelta"
C/ Doña Berenguela s/n, CÓRDOBA



Inscripción: teléfono: 952 21 78 22 o a través de e_mail: postadopcion.ma@postadopcionandalucia.es

El aforo es limitado. Los interesados pueden reservar su plaza inscribiéndose antes del día 15 de octubre. Habrá un servicio de guardería.
Confirmamos la reserva.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Clara y el rayo de luz

Tiliiin, tilooon, tiliiin, tilooon...!


Éste era el alegre sonido de las campanas que cada mañana despertaban a Clara para ir al colegio.

¡Tiliiin, tilooon, tiliiin, tilooon...!

Clara tenía 6 años y vivía con su familia en un pequeño pueblo, situado en una comarca rodeada de altas montañas y verdes valles, donde casi todos los días llovía y en los que sólo de tarde en tarde brillaba el sol.

Al amanecer, cuando la campana de la torre de la pequeña iglesia comenzaba a repicar, Clara abría muy despacito sus grandes ojos azules y lo primero que alcanzaba a ver eran las brillantes gotitas de lluvia, deslizándose por los cristales de la pequeña ventana de su habitación.

Pero un día, algo especial ocurrió:

Clara, al despertarse, notó en su carita un suave calorcillo que le hizo cosquillas en los ojos y la obligó a estornudar. No podía ver nada, algo la deslumbraba.

De un salto se levantó de la cama, miró hacia la ventana y... ¡Oh, sorpresa!, las gotas de lluvia habían desaparecido del cristal y en su lugar un delgado y brillante rayo de luz se colaba en la habitación, iluminándolo todo y posándose suavemente sobre la almohada de su cama.

Clara, que no sabía lo que era aquello, se sorprendió mucho al verlo. Se acercó despacito, despacito e intentó cogerlo con la mano. Pero cuando fue a tocarlo, vio que no podía, el rayo de luz se le escapaba de entre los dedos, no podía cogerlo; pero sí podía sentir un suave calorcillo en su piel cada vez que pasaba su manita por encima de él.

La niña comenzó a jugar: lo miró de cerca y de lejos, le dio vueltas, intentó tocarlo, se puso delante, se puso detrás y estuvo un buen rato entretenida con su nuevo amiguito. Pero cuando... cuando se quiso dar cuenta, el rayo de luz había desaparecido. Clara se puso muy triste. Lo buscó por todas partes, incluso miró dentro del armario y debajo de la cama, pero nada..., se había ido, no estaba allí.

- ¡Bueno, no pasa nada! se dijo.

El resto del día, nuestra amiga, estuvo haciendo lo normal que hace una niña: comer, jugar, ir al cole, estudiar y, al llegar la noche, se fue a dormir.

A la mañana siguiente, otra vez volvió a despertarla el agradable calorcillo que le daba en la cara.

Clara dio un salto de alegría y se levantó de la cama.

- ¡Ah, estás aquí, yo creía que te habías ido...!

- Ayer por la mañana, cuando desapareciste, me puse muy triste, creía que no ibas a volver más. Pero ya estás otra vez aquí. Qué agradable es sentir tu calorcillo...

- “Bueno, no te vayas, le dijo la niña. Voy a tomarme un tazón de leche y enseguida vuelvo a jugar contigo. Me encantan tus cosquillas en los ojos y que me hagas estornudar.

Pero cuando Clara volvió a su habitación, otra vez el rayito de luz se había ido, ya no estaba.

- ¡Me cachis...! Otra vez se ha ido, exclamo la niña muy enfadada. Es que no quiere ser mi amigo o qué?

- Tengo que pensar un plan para atraparlo y que no se vaya.

A la mañana siguiente, Clara se levantó muy temprano y... cuando el rayo de luz volvió a entrar por la ventana hasta su cama la niña cogió un bote de cristal, metió el rayo de luz dentro y lo tapó.

- ¡Ah, ja, ja... ya no te escapas! De aquí no te podrás salir, porque es un bote de cristal y, como es transparente, yo te puedo ver, pero tú no te podrás ir.

Clara dejó el bote encima de la cama y se fue al colegio. Pero cuando volvió...

- ¡Pero bueno! No está el rayo de luz dentro del bote. ¿Cómo se ha podido salir?

- ¡Ah, ya está! Será que como el bote es transparente... Ya se lo que voy a hacer, mañana lo guardaré dentro de una caja de cartón y así, como no es transparente, no se podrá salir, porque estará oscurito y no verá nada.

Efectivamente, se levantó muy temprano por la mañana y, cuando el rayo de luz volvió a aparecer, lo atrapó rápidamente en la caja de cartón y lo tapó.

- Ahí estarás bien seguro. Así no te podrás ir otra vez. Pero no te asustes que yo te sacaré de vez en cuando para jugar.

Clara se fue de nuevo al colegio. Cuando llegó la tarde y volvió a su casa, fue corriendo a ver su caja de cartón, pero cuando la abrió...

- ¡Oh... no había nada dentro...!

La niña se puso muy triste y pensó que lo mejor sería hablar seriamente con su nuevo amigo y pedirle, por favor, que no se fuera más.

A la mañana siguiente, que era fiesta y que por lo tanto no había que ir al colegio, Clara se levantó y se sentó a esperar la llegada del rayo de luz. Esperó, esperó y esperó, pero el rayito no llegó.

Cansada de tanto esperar y sintiéndose muy triste y decepcionada, nuestra amiga se puso a llorar desconsoladamente diciendo:

- ¡Ay, ay... mi amigo el rayo de luz se ha enfadado conmigo y no ha venido hoy. No quiere saber nada de mí...!

Estaba llorando de esta manera cuando llamaron a la puerta:

- “Pom, pom...”

- ¿Quién es? preguntó la niña.

- Ábreme niña. Contestó una dulce voz desde el otro lado.

Era una anciana que vivía cerca de allí y que la había oído llorar.

- ¿Qué te pasa , chiquitina? ¿Por qué estás tan triste?

Clara le contestó:

- ¡Pues nada...! Hace unos días un rayito de luz entró en mi habitación por la peque a ventana que hay allí, nos hicimos amigos y jugábamos juntos. Pero yo he querido atraparlo. Primero lo metí en un bote de cristal y luego en una caja de cartón. Él se ha escapado de los dos sitios y se ha enfadado conmigo. Se ve que no le gustaba estar prisionero, pero yo sólo quería tenerlo guardadito para jugar con él cuando yo quisiera. Creo que no volverá más y por eso estoy muy triste...

La anciana, después de escuchar a la niña atentamente, comenzó a reírse cariñosamente y le dijo:

- No te preocupes querida niña. ¿Sabes lo que ha ocurrido...? Pues lo que ha ocurrido es que ese rayito de luz, amigo tuyo, es un rayo de sol, que cuando se hace de día y no hay nubes en el cielo entra por tu ventana todas las mañanas y te ilumina la habitación y te da en la carita y te calienta la piel. No me extraña que te guste jugar con él, pero nunca podrás atraparlo.

¿Tú no sabes que la tierra gira alrededor del sol...? Pues así es y por eso el rayito de luz nunca se quedará para siempre en el mismo sitio. Además, hoy está nublado y el sol está escondido detrás de las nubes, por eso no se ve. Pero no te preocupes, cuando éstas se vayan tu amigo volverá a entrar por tu ventana y tú podrás jugar con él un poquito. Pero no quieras atraparlo, él nunca se dejará.

De todo esto puedes aprender una sencilla lección: Es importante que disfrutemos de las cosas mientras las tengamos. Que juguemos, nos divirtamos y disfrutemos de todo lo que hay a nuestro alrededor. Pero, nada dura para siempre... Lo importante es que sepamos disfrutar cada día de lo que tenemos. Si hoy tienes al rayito de luz, juega con él, y si mañana no lo tienes, busca otra cosa con la que divertirte y así aprenderás a descubrir lo bueno y lo divertido de cada momento.

Así es que no llores. Hoy está nublado, pero mañana volverá a salir el sol y tu amigo el rayito de luz volverá a visitarte.

Clara escuchó atentamente todo lo que su sabia vecina le decía . Le pareció muy interesante y además aprendió muchas cosas que después le sirvieron para toda la vida.


Y... así ocurrió y así fue, como me lo contaron te lo conté.



jueves, 26 de julio de 2012

Cuento. "La vieja tortuga y el travieso saltamontes"



En un pequeño bosque, no muy lejos de la gran ciudad, vivían junto con otros animales, una vieja tortuga y un travieso saltamontes.

Ya sabéis que las tortugas viven muchos años. La protagonista de esta historia tenía más de cien años. En cambio, el saltamontes era mucho más joven. En realidad sólo tenía unos cien días, pero creía que lo sabía todo. Incluso creía que sabía más que la anciana tortuga.

Normalmente todos los animales del bosque vivían con tranquilidad y armonía, pero desde que el joven saltamontes nació todo había cambiado un poco. Siempre estaba saltando de un lado para otro, hacía mucho ruido sin importarle si era de día o de noche, con lo cual molestaba y despertaba al resto de sus vecinos. Nunca hacía caso a las quejas de los demás y, sobre todo, siempre se burlaba de lo lenta que era la vieja tortuga. Naturalmente, no tenía amigos y siempre se creía que era más listo y mejor que los demás.

Una tarde, estando la tortuga tomando el sol encima  de una piedra, vio como una espléndida hoja de lechuga estaba caída sobre el asfalto de la carretera. Seguro, pensó, que se había desprendido de alguna pieza de las que transportaban los camiones, que iban al mercado para venderlas.

Nuestra amiga creyó que sería estupendo llegar a ella antes de que cayera la noche y así poder comer algo antes de irse a dormir.

Comenzó su lento caminar hacia la hoja de lechuga, pasito a pasito, pasito a pasito... pero, de repente, como si fuera un rayo, vio como el saltamontes de dos grandes brincos llegó primero hasta la hoja. Se posó encima de ella y riéndose a carcajadas le decía a la tortuga:
- ¡Ja, ja..., qué lenta eres, así no llegarás a ninguna parte. Yo he llegado antes que tú, en un pis-pas, y ahora me comeré la lechuga y sólo te dejaré algo cuando ya no tenga ganas ja, ja, ja...!

La anciana tortuga se sintió un poco enfadada y contrariada, ya que le molestaba la actitud del saltamontes; pero siguió andando y andando, lentamente... hasta que llegó a donde estaba la hoja. Mejor dicho, hasta donde había estado. Porque después de todo solamente quedaban unas cuantas briznas duras y resecas. Si no llega a ser porque los demás animalitos del bosque compartieron algo de comida con ella, aquella noche se habría quedado sin cenar. Todos le negaron el saludo al malvado saltamontes y muchos de ellos incluso no le miraban al pasar. Pero a él le daba igual. Seguía pensando que era mucho más listo y mejor que todos ellos.

Una noche, todos los animalitos del bosque se despertaron sobresaltados por un gran resplandor y por el ruido que hacían algunas ramas de los árboles al caer. De pronto alguien gritó ¡fuego, fuego...! Todos corrían despavoridos, de un lado para otro. Las grandes llamas de fuego envolvían a los árboles y el humo se había extendido tanto, que apenas se podía ver a un palmo de narices. Los pájaros emprendieron el vuelo para ponerse a salvo. Las ardillas saltaban de una rama a otra para alejarse de allí. Los conejos entraban en sus madrigueras y cruzaban corriendo por los túneles que habían escavado debajo de tierra... Todos, absolutamente todos, consiguieron ponerse a salvo.

Bueno, todos, todos...no. ¿Sabéis lo que les ocurrió a la tortuga y al saltamontes? Pues veréis...
Nuestra vieja amiga la tortuga se había acercado hasta la orilla del río y, cuando se disponía a cruzarlo a nado para alejarse de allí, oyó cómo un pequeño lamento salía de entre unos juncos, situados junto a ella. Cuando se volvió para ver quién era el que lloraba, cuál no sería su sorpresa al ver al travieso saltamontes, agachadito y temblando de miedo al ver que no podía salir de allí y que el fuego se iba acercando cada vez más.

Ya sabéis que los saltamontes no saben nadar y que en cambio las tortugas se mueven perfectamente dentro del agua.
Pues bien, el saltamontes no paraba de llorar y suplicar a la vieja tortuga que lo ayudara a salir de allí, ella se colocó delante de él y le dijo:
- Debería pagarte con la misma moneda. Debería reírme de ti y decirte que eres muy torpe por no saber nadar. Y, finalmente, debería irme hasta el otro lado del río y dejarte aquí en medio del fuego... pero no voy a hacerlo. Te demostraré que soy un poco mejor que tú y que también sé hacer algunas cosas mejor que tú. Dejaré que te subas a mi caparazón y que cruces el río conmigo. Pero me tienes que prometer que nunca más te volverás a reír ni de mí ni de nadie y que de aquí en adelante respetarás y ayudarás a los demás animalitos del bosque cada vez que lo necesiten. ¿Está de acuerdo?
- ¡Sí, sí...! Te lo prometo, contestó el saltamontes.

De esta forma, fue como la tortuga y el saltamontes cruzaron el río juntos.
Cuando llegaron a la otra orilla, el resto de los animales se quedaron asombrados de lo que estaban viendo. ¿Cómo era posible que la tortuga dejara que el saltamontes se subiera a su caparazón para cruzar el río, después de todo lo que le había hecho... ? Nuestra vieja amiga les dijo:
- ¡Atención, prestad silencio...! Tenemos un nuevo amigo y quiere decirnos algo.
El saltamontes, muy apenado, comenzó a disculparse:
- Quiero pediros perdón por todas las molestias que os he causado. He aprendido que no soy mejor ni más listo que nadie y que lo más importante para vivir con los demás es respetarnos y ayudarnos unos a otros cuando lo necesitemos. Prometo que de aquí en adelante así lo haré.

Todos los animalitos le dieron un gran aplauso. También aplaudieron y dieron tres hurras a la valiente y estupenda tortuga, que había conseguido que el travieso saltamontes cambiara de actitud.

Desde entonces todos vivieron felices, aunque no pudieron volver al antiguo bosque porque había quedado destruido por el fuego, pero pronto encontraron un nuevo lugar donde vivir.

Y… así ocurrió y así fue, como me lo contaron te lo conté.



miércoles, 27 de junio de 2012

Cuento "Liliana... no me da la gana"

La historia que os voy a contar, aunque parezca mentira, ocurrió una vez, no hace mucho tiempo, en un lugar no muy lejos de aquí.


Liliana, que así se llamaba la protagonista de nuestro cuento, vivía con sus padres en una bonita casa de una bonita ciudad.
Era una niña alegre y educada, tenía cinco años y un montón de amigos con los que jugar.
Un día, al despertarse por la mañana, notó que se sentía de “mala gana”, eso que llaman “con la chaqueta de cuadros”. No tenía ganas de despertarse y hasta la luz, que entraba por las persianas, le molestaba.

Como todos los días, Liliana oyó la voz de su madre, que la llamó un par de veces:

- Liliana, Liliana, ya es hora de levantarse…

Pero ella, en vez de hacerle caso, se tapó la cabeza con la almohada y repetía una y otra vez:

- “No me da la gana”, “ no me da la gana”.

Su madre, extrañada de que la niña tardara tanto en bajar, subió a la habitación, abrió la puerta y dijo:

- Liliana, hija, ya puedes levantarte a desayunar.

Pero ella le contestó:

- “No me da la gana ”

- ¿Qué has dicho?

- Que “no-me-da-la-ga-na”

- ¿Qué te pasa, estás enferma? Volvió a preguntarle su madre.

- No... es sólo que “no me da la gana” de levantarme.

La mamá de Liliana, sin salir de su asombro, cerró la puerta de la habitación y la dejó sola, pensando que ya se le pasaría la rabieta. Pero no ocurrió así.

Durante todo ese día y al día siguiente y al siguiente... y así durante casi una semana, cada vez que le pedían a Liliana que hiciera algo, ella seguía contestando:

- “No me da la gana”.

Tantas veces lo dijo que al final no sabía decir otra cosa.

Todos sus amigos empezaron a no querer jugar con ella, ya que nunca quería respetar las reglas del juego.

Si le decían que le tocaba saltar, ella contestaba: “ no me da la gana ”. Si le decían que tenía que cantar, respondía: “ no me da la gana ” Y así una y otra vez.

Al final decidieron que era mejor dejarla sola hasta que ese mal humor se le pasara.

Sus padres se empezaron a preocupar:

- ¿Qué le ocurre a nuestra hija? Se preguntaban.

- ¿Estará enferma? ¿ Le pasará algo en la garganta y por eso no puede decir otras palabras?

Después de mucho pensar, pensar y pensar, decidieron llevarla al médico.

Le miraron la garganta, los dientes, la lengua… y nada. No le pasaba nada.

- Entonces ¿por qué siempre contesta: “ no me da la gana”?

Pero no encontraron respuesta a esta pregunta.

Una noche, la niña, cansada de llorar (porque en el fondo ella no quería ser así) se quedó dormida profundamente. En sus sueños, apareció un duendecillo, parecido a un gnomo de esos de los cuentos, que le dijo:

- ¿Qué te pasa Liliana, por qué lloras?

- Ella, un poco asombrada, le contestó:

- No estoy muy segura. Sólo sé que cada vez que mis papás o mis amigos me piden que haga algo, yo siento como si unas cosquillas me subieran del estómago hacia la boca y en vez de decir otra cosa, sólo digo “ no quiero, no me da la gana”.

- Mis papás se enfadan y se ponen tristes... y yo no quiero que se sientan así.

- ¿Unas cosquillas, dices?

- Sí, contestó Liliana, y me gustaría poder evitarlo.

- Muy bien, creo que sé dónde buscar la solución.

Consultaré los libros del abuelo de mi abuelo, que era un duende muy sabio y que siempre sabía resolver los casos más extraños.

- No te preocupes, sigue durmiendo, que dentro de un momento volveré y te diré lo que tienes que hacer.

Y así fue... A los pocos minutos el duende volvió con un gran libro debajo del brazo. Casi que no podía con él. Lo colocó encima de sus pequeñas rodillas, leyó un instante en silencio y... de pronto, dando una palmada dijo:

- ¡Ya lo tengo! Tienes que hacer todo lo que yo te diga, aunque te parezca una tontería. ¿ De acuerdo?

- ¡Vale! Contestó la niña, un poco más animada.

- Escúchame atentamente: Debes llevar siempre una “magdalena” en el bolsillo.

- ¿Una magdalena?

- Sí, una “magdalena”.

- Y tienes que hacer lo siguiente:

Cada vez que notes que las cosquillas suben de tu estómago hasta la garganta y que esas palabras tan feas van a salir por tu boca, te la tapas con una mano y le pegas un bocado a la magdalena. De esta forma, las palabras no saldrán, porque te las tragarás con el bocado y, además, te quedará un sabor dulce y agradable. ¿De acuerdo?

- Muy bien, dijo la niña, lo intentaré.

Al decir esto último, el duende desapareció.

Entre sueños le pareció oír la voz de su mamá que la llamaba:

- Despierta, Liliana, es hora de levantarse.

Liliana pegó un salto de la cama.

- ¡Oh, Dios mío!... estaba a punto de decir las palabras que no debía. Pero de inmediato se tapó la boca con la mano y salió corriendo hacia la cocina.

Allí vio una hermosa y blandita magdalena en lo alto de la mesa, que su madre le había preparado para desayunar. Le pegó un bocado..., la masticó lentamente... y cuando se la tragó dijo:

- ¡Qué buena está, mamá !

Su madre, al oír estas palabras, pegó un salto de alegría y la abrazó.

- ¡Qué alegría, Liliana! ¿ Te das cuenta? No has dicho: “ no quiero, no me da la gana” ¡ Olé mi niña!

Para celebrarlo hicieron una gran fiesta, con todos sus amigos y amigas, que volvieron a querer jugar con ella...

Y desde entonces, Liliana siguió al pie de la letra el consejo de su amigo el duende.

Por cierto, sólo le quedó una duda: ¿ lo soñó o sucedió de verdad?

Nunca lo sabremos.

¡Los duendes son así...!

Y... así ocurrió y así fue. Como me lo contaron te lo conté.





jueves, 14 de junio de 2012

Cuento "Marita, la niña que no quería crecer"

Marita nació un día de primavera, justo al mismo tiempo que la mayoría de las flores de su jardín.

Marita nació tan pequeñita que su padre podía cogerla con una sola mano. No pudieron colocarla en la cuna que le tenían preparada, porque se perdía en ella, y la acostaron en una cestita de mimbre, que colocaron encima de la mesita de noche, que había al lado de la cama de sus papás.

Cuando la niña lloraba por las noches, su mamá sólo tenía que acariciarla un poquito y, enseguida, se volvía a dormir.

Los primeros años de su vida transcurrieron como los de cualquier niña de su edad, aunque siempre demostró ser un poco “cabezota”. Cuando se empeñaba en no comer algo, era imposible intentar que probara bocado. Cuando quería tener algo, no paraba hasta conseguirlo. Pero su gran “cabezonería” llegó cuando al cumplir los nueve años decidió que ya “no quería crecer más”. Un día, muy seria, se colocó delante de sus papás y les dijo:

- Papá, mamá. Ya no quiero crecer más.

- ¡ Pero..., hija!, contestaron sus padres.¡ Eso es imposible! No podrás evitarlo. Los días pasan y tú irás creciendo y cumplirás un año más y luego otro y luego otro... y acabarás siendo una señorita alta y espigada y te sentirás orgullosa de ello.

- ¡ No!, ¡ no quiero crecer más! Contestó Marita muy enfadada.

- Me acostaré en la cuna, me seguiré poniendo los mismos zapatos, aunque me estén pequeños y no tomaré leche. Así mis huesos no crecerán.

Los padres de Marita se quedaron muy preocupados. No podían entender lo que le pasaba a su hija. Intentaron no darle mucha importancia y decidieron no volver a hablar del tema.

Pasó un día, pasaron dos y la niña fue cumpliendo a “rajatabla” lo que había dicho. Al cabo del tiempo, todos los amigos y amigas de Marita se dieron cuenta de que la niña no crecía.

- Marita, ¿ qué te pasa? Últimamente no has crecido nada. ¿ Acaso estás enferma?

- No, contestó Marita, no estoy enferma, ni me pasa nada. Es sólo que he decidido dejar de crecer.

- ¿ Quéee...? ¿ Dejar de crecer...? ¡ Tú estás loca! No se puede dejar de crecer cuando a uno le apetece...

- ¡ Yo, sí!

- ¿ Tú sí...? ¿Cómo lo has conseguido?

- ¡Muy fácil!, me acuesto en una cuna de bebé, así las piernas no me crecen durante la noche. Me pongo los zapatos de cuando era pequeña, así los pies tampoco me crecen. Además, no tomo leche, ni como queso, ni yogurt, ni mantequilla para que de este modo tampoco me crezcan los huesos.

- ¿Por qué haces eso?

- Lo hago porque no quiero ser mayor, no me gusta el mundo de los mayores. Son aburridos, no les gusta leer cuentos, ni ver dibujos animados, ni jugar a correr, ni sacar la lengua, ni hacer tonterías, ni ponerse los zapatos al revés,...

Siempre tienen prisa, van de un lado para otro, nerviosos, malhumorados,... y, cuando llegan a casa, están tan cansados que no se les puede molestar. Todo les sienta mal y además casi siempre les duele algo... ¡Definitivamente...!, he pensado que no quiero ser mayor.

Quiero seguir siendo una niña, jugar en el parque, comer chucherías y meterme el dedo en la nariz.

Los amigos y las amigas de Marita, al escuchar esto, no supieron qué decir. En parte tenía una poca de razón; pero, por otro lado, era una idea un poco rara y bastante descabellada la de no querer crecer.

Decidieron no hacer más comentarios y esperar a que el tiempo pasara...

Un día, cuando Marita y sus amigos jugaban en el parque, vieron pasar una preciosa cabalgata con payasos de colores, músicos, bailarinas, acróbatas, domadores, elefantes y hasta un camello, que llevaba un gracioso monito subido encima de su joroba.

Todos los niños, que jugaban en el parque, corrieron para ver qué era aquello. Cuando se acercaron, vieron que se trataba de la cabalgata que anunciaba la llegada de un circo a la ciudad.

Un payasete, con una gran nariz roja y un sombrero colocado al revés, se acercó al grupo de niños donde estaba Marita y les regaló unas entradas para que esa misma tarde pudieran ir al circo y ver la función.

Marita salió corriendo hacia su casa:

- ¡Mamá, mamá! ¡ Mira lo que tengo! Un payasete me ha regalado una entrada para que vayamos esta tarde al circo. ¿ Podremos ir?

- No lo sé, contestó su madre.

- ¡ Por favor..., por favor..., por favor!, suplicaba la niña, casi llorando.

- No Marita, no tienes derecho a pedir y a suplicar que te dejemos hacer algo, ya que tú tomas tus propias decisiones, como por ejemplo dejar de crecer, y no haces caso a lo que los demás te decimos. Te pondrás enferma si sigues con esa actitud y nosotros sufriremos mucho. Definitivamente, si no cambias yo tampoco te dejaré ir al circo.

La niña se quedó triste y pensativa. Por un lado no quería renunciar a su idea de “no crecer más”, pero por otro se dio cuenta de que estaba haciendo sufrir a sus padres y de que, además, estaban tan enfadados con ella que no la dejarían ir al circo. Ésto la hizo pensar un rato y después tomar una decisión: prometió que se tomaría un vaso de leche aquella tarde si su madre la llevaba a ver el espectáculo y que luego se replantearía su decisión.

- Está bien hija, contestó su madre, pero cuando volvamos a casa seguiremos hablando.

Cuando aquella tarde llegaron a las puertas del circo, Marita se quedó impresionada. Era una gran carpa blanca, inmensa, con cintas y luces de colores, con grandes letreros luminosos, que se encendían y se apagaban, y con montones de jaulas de animales. Había también muchas banderas de distintos países, todas colocadas una al lado de las otras.

Cuando la niña se sentó con sus papás en los asientos que les habían correspondido, no pudo dejar de mirar de un lado a otro. Parecía que estaban dentro de una gran burbuja blanca en la que todo era mágico.

Todos los niños llevaban globos de colores que les habían regalado al entrar. Todos reían y hablaban a gritos. Era muy emocionante...

¡ De pronto...! Las luces se apagaron. Todo se quedó en silencio..., casi no se oía respirar... Poco a poco un foco de luz fue iluminando la parte más alta del circo y allí...una figura alta, delgada y bellísima comenzó a moverse muy despacio...

Marita, al igual que todos los demás niños, se quedó con la boca abierta, mirando...

- ¿ Qué es eso?, se preguntó.

¡ Es una bailarina!

Sí, era una bailarina. Una bailarina que, poco a poco, fue bajando lentamente por la cuerda hasta llegar al suelo.

De repente, dio un salto..., dos..., tres...; una pirueta..., otra...; otro salto ...y otra pirueta... y así hasta que recorrió toda la pista del circo. Parecía que tenía alas en los pies.

- ¡ Qué bonito!, gritó Marita. No paraba de aplaudir entusiasmada.

Cuando la bailarina se acercó hasta los asientos para lanzar flores y caramelos a todos los niños, Marita se dio cuenta de las piernas y los brazos tan fuertes y tan larguísimos que tenía.

Se miró sus brazos y sus piernas y se los encontró un poco pequeños y escuchimizados.

Después de la bailarina vinieron los payasos y después los trapecistas y después los domadores... ¡ Todo fue precioso!

Marita se dio cuenta de que también en el mundo de los mayores había personas que se dedicaban a hacer reír a los demás, que no todos eran gruñones, estirados y cascarrabias, como ella pensaba, sino que en el mundo del circo los mayores se hacían como niños y que todos juntos se divertían y lo pasaban muy bien; aunque estuvieran trabajando, porque ésa era su ocupación.

Cuando salieron del circo, Marita pensó que quizás no fuera tan malo crecer.

Le gustó tanto la bailarina, que decidió que era eso lo que quería ser de mayor.

Al llegar a casa se lo dijo a su mamá y le prometió que no volvería a dormir en la cuna, que no se pondría los zapatos pequeños, que bebería mucha leche, que comería queso y mantequilla y así crecería y crecería para llegar a tener unas piernas y unos brazos largos y fuertes con los que poder saltar, hacer piruetas en el aire y ser una bailarina tan fantástica como la que había visto aquella tarde en el circo.

Y así sucedió...

Marita cumplió su promesa y a los dieciocho años llegó a ser una bailarina estupenda. Su figura se alargó, sus brazos y sus piernas se volvieron fuertes y estilizados y se convirtió en toda una señorita, tal y como se lo había dicho su madre.

¡Ah!, y si algún día vais al circo, allí la veréis.

Y... así ocurrió y así fue, como me lo contaron te lo conté.



martes, 15 de mayo de 2012

Adopción: "Sentido común y mucho cariño..." IV

¡Ya estamos en casa…!

Sería conveniente llevar al peque al pediatra lo antes posible. Aunque su aspecto sea estupendo y tenga todas las vacunas puestas, en teoría, es bueno que el médico considere si recomendable volver a vacunarlo/a o no.
Podéis tener más información sobre “salud y adopción” en el blog de la “Asociación Tejiendo sueños”.


Y llegamos a un punto importante, para nos otros lo fue y mucho…

¿Dónde duerme el pequeño/a al llegar a casa?

En primer lugar, depende de la edad del niño/a.
Hay quien opina que es mejor que duerma en su habitación solo/a o con hermanos, si es el caso.
Otros padres pensamos que si el niño/a es menor de 2 años, debería dormir un tiempo en la habitación de los padres.
Os cuento nuestra experiencia: Nuestra hija María llegó a casa con 15 meses, en un principio intentamos que durmiera en su cuna sola en la habitación. Consideramos que los llantos del primer día eran normales. Estuvo llorando toda la noche, sólo dormía 10 minutos cada 2 horas, cuando ya estaba agotada, pero al rato se volvía a despertar llorando, así durante las noches siguientes. Intentamos seguir el método Estivill, pero no sirvió de nada. Cuando llevábamos 5 ó 6 noches así, la niña tuvo una subida de fiebre de casi 40 grados, la llevamos al pediatra pero no le encontró nada, le comentamos lo que nos estaba ocurriendo y su consejo fue que metiéramos a la niña en nuestra habitación. María estaba asustada, necesitaba acostumbrarse a nosotros, a su nueva situación, a su nuevo hogar, a los nuevos sonidos, luces y hasta nuevos olores… En definitiva, teníamos que actuar como si fuera, en este tema, un bebé recién nacido y darle tiempo, tener paciencia y mucho, mucho cariño…
Este tema lo hemos tratado con otras familias, cada uno teníamos una opinión. Pero lo que sí teníamos claro es que lo más importante es que utilicemos el sentido común y consultemos con un especialista si es necesario.


Nuestros niños/as crecerán con toda normalidad, serán unos más en el ambiente que se desenvuelvan, pero no debemos olvidar que sus primeros meses o años de vida no los han vivido con nosotros y que esa “pieza del puzzle” que nos falta y les falta hay que saber colocarla en su lugar…



Me gustaría conocer vuestras opiniones y comentarios, así aprenderemos y nos enriqueceremos más todos.



Seguimos en contacto…

sábado, 5 de mayo de 2012

Adopción: "Sentido común y mucho cariño..." III

Y seguimos con…

Volvemos a casa…


Cuando volváis a casa, si lo hacéis en avión y viajáis con un bebé, pedéis solicitar en atención la cliente una cuna para bebé. Normalmente los aviones disponen de pequeñas cunas donde los niños/as pueden descansar algunas horas, sobretodo en viajes muy largos.

Es normal que nos haga mucha ilusión que nuestros familiares y amigos nos reciban en el aeropuerto, pero por el bien del pequeño/a no es aconsejable que se hagan grandes recibimientos, pensemos que son niños/as muy pequeños, que posiblemente estén “sufriendo un proceso de estrés postadopción”, que necesitan sentirse tranquilos y seguros. Aunque resulte pesada, vuelvo a repetir, no es conveniente darles abrazos ni besos y mucho menos personas extrañas para ellos, a las que nunca han visto.

Algunas veces he visto en televisión o en algún documental el recibimiento de algunas familias que vienen con sus hijos/as. Con frecuencia son un gran número de personas, con pancartas de bienvenida que forman un tremendo escándalo nada más ver aparecer a los padres con el niño/a, sólo hay que mirar la cara del peque para notar lo asustado que está.

En la próxima entrada comentaré algunos datos a tener en cuenta al llegar a casa…

Seguimos en contacto…!

miércoles, 25 de abril de 2012

Adopción: Sentido común y mucho, mucho cariño...II

Y... seguimos con:


Las primeras horas con nuestras hijas/os


No los bañéis el primer día, lavadlos con una toalla empapada en agua. Es normal que nuestras hijas/os tengan miedo a la bañera o a la ducha, probablemente nunca los hayan bañado.

Una buena idea es comprar un barreño y, con poca agua, meterlo en de la bañera y colocar al niño/a dentro. El peque se irá acostumbrando a estar en esa situación (dentro de la bañera) y poco a poco podréis ir retirando el barreño.

Tampoco es raro que no quieran comer, algunos sí y otros no, depende de su nivel de estrés es mayor o menor. Si les presentamos variedad de alimentos, sobretodo los que son propios de su lugar de origen, en unos días, estará el problema resuelto...

Recuerdo que mi hija no consentía comer nada, ni siquiera la sopa de arroz que, en teoría, gustaba a todas las niñas de su grupo, sólo tomaba una poquita de leche varias veces al día. El segundo día de estar con ella, nos fuimos a comer a un restaurante, nos pusieron un gran plato de patatas fritas encima de la mesa y cual no sería nuestra sorpresa al verla alargar la mano, desde la sillita, y comenzar a coger patatas y a comérselas desesperadamente. ¡Por fin habíamos encontrado algo que le gustaba...!

Se me ha olvidado contar algo que, en nuestro caso, fue bastante interesante o al menos curioso... Casi todas las niñas de nuestro grupo preferían estar en brazos de los padres y no de las madres. Al principio había opiniones para todos los gustos... unos pensaban que posiblemente era porque notaban la “fortaleza” del padre y por instinto de supervivencia se aferraban a él, otros creían que era un rechazo a las mujeres por un mal recuerdo hacia sus cuidadoras... la teoría más creíble, según yo pienso, es que en la mayoría de los casos somos las madres (mujeres) las que las cogemos en el momento de la entrega, las que las ”arrancamos” de su mundo conocido y no es raro que no quieran saber mucho de nosotras, por lo menos en los primeros momentos.

Recuerdo a una pareja de nuestro grupo que era tal el “aferramiento” que la niña tenía hacia el padre que la madre tenía que vestirlo y desvestirlo, incluso darle de comer porque la niña no consentía soltarse de sus brazos...

Y creo que es suficiente por hoy...

¡Seguimos en contacto!

martes, 24 de abril de 2012

Adopción: "Sentido común y mucho cariño..." I

Adopción

"Sentido común y mucho, mucho cariño...”

No es mi intención dar consejos a nadie, sólo quiero dar a conocer algunas situaciones que, en la mayoría de los casos, son comunes a casi todas las familias que hemos vivido la adopción de un hijo/a, sobretodo adopción internacional.

Cuando pienso en cómo resolvimos, intentamos resolver, mi marido y yo algunos hechos que vivimos en el proceso de adaptación de nuestra hija, tengo muy claro que la mayoría de esas situaciones, ahora, las resolveríamos de otra manera. Y la fórmula a emplear sería muy sencilla... “sentido común y mucho, mucho cariño”

Sinceramente creo que las personas que nos dieron “ciertos consejos” lo hacían con las mejores intenciones, pero está claro que cada niño/a es un mundo y que las experiencias vividas por estos niños/as antes del momento de la adopción marcarán de forma significativa su forma de relacionarse con nosotros, sus padres adoptivos, en los primeros meses de convivencia.


Primeras horas con nuestra hija/o:

Es normal que os muráis de ganas de abrazarlas, besarlas, achucharlas... pero tened en cuenta que pueden asustarse, interpretarlo como una agresión. Por mucho que nosotros, sus padres adoptivos, hayamos “soñado” con ellas, con ese momento mágico del encuentro, la realidad se impone y la realidad es que SOMOS UNOS EXTRAÑOS para ellas/os, en muchos de los casos con una fisonomía diferente, con un idioma diferente e incluso con un olor diferente al que ellas están acostumbradas. Recuerdo que a mi hija María le llamaban mucho la atención mis gafas y la nariz y orejas de mi marido.

No os preocupéis si al principio, durante las primeras horas, la niña/o se muestra poco activa o incluso adormecida. No es raro que si han tenido que viajar durante horas desde su orfanato, las cuidadoras les den alguna sustancia (natural) que les ayude a dormir durante el viaje. Lo normal es que ese “atontamiento” se les pase en unas horas. Recuerdo que durante el primer día de estar con nuestra hija, pensábamos que aunque nos habían dicho que la niña andaba, no era así, pero bastaron unas horas de sueño para que María se mostrara como “el torbellino” que era...

No hagáis caso a quienes os aconsejen que coloquéis una toalla entre la cuna de la niña/o y vuestra cama, en teoría para que no se acostumbre a dormir con vosotros al lado. La niña/o necesita ir acostumbrándose a nuestra presencia, a sentir que estamos cerca... y difícilmente lo hará si colocamos una barrera entre ella y nosotros.
Mi hija estaba acostumbrada a dormir agarrada a la oreja de otra persona (estuvo en una familia de acogida). Durante los primeros días fue imposible dormirla de otra manera, con el tiempo se fue acostumbrando a dormirse agarrada a su propia oreja o a la oreja de un muñeco...


Hay muchas más cosas que me gustaría seguir compartiendo con vosotros, pero lo dejamos para más adelante...


¡Seguimos en contacto...!






domingo, 15 de abril de 2012

Cuentos para crecer


Quiero compartir con vosotros un libro de cuentos que acabo de publicar en la editorial Bubok, se titula CUENTOS PARA CRECER.


Los cuentos no están relacionados directamente con el mundo de la adopción, pero nos pueden ayudar a "resolver" los pequeños problemas que se nos presentan en el día a día con nuestros hijos/as. Espero que os gusten.

domingo, 5 de febrero de 2012

CHARLA- COLOQUIO: La inteligencia emocional, gestión y control de las emociones de los niños adoptados

Los sentimientos y las emociones están presentes en la vida de las personas y son determinantes en relación a la construcción de la personalidad y al cómo nos desenvolvemos en nuestros diversos entornos. También para los niños y las niñas adoptados. La vida familiar y lo vivido en la escuela está condicionado por la llamada inteligencia emocional.

Por eso y como ya venimos anunciando, os recordamos que el próximo VIERNES 10 DE FEBRERO tendremos una CHARLA- COLOQUIO a cargo de Iolanda Serrano titulada:
“La inteligencia emocional, gestión y control de las emociones de los niños adoptados” .Iolanda Serrano es Licenciada en Pedagogía y Diplomada en Educación Social. Miembro del Equipo psicopedagógico de l’Institut Familia y Adopción. Vicepresidenta de La Voz de los Adoptados y Coordinadora de La Veu dels Adoptats- Catalunya y miembro de la Junta Directiva La Voz de los Adoptados- Espanya. Desde 2010 ha intervenido en Orientación, asesoramiento, formación a padres adoptantes, hijos adoptivos y profesionales del ámbito de la educación y de los servicios sociales.

Será en el CEP Luisa Revuelta de Córdoba. Situado en C/ Dª Berenguela, 2; a partir de las 19:00 h.
La entrada es libre y contaremos con un servicio de cuidado de niños.