“Mi nombre es María, tengo 18 años y soy hija adoptiva. Mis padres me adoptaron cuando yo tenía 1 añito y no recuerdo cuándo me lo dijeron, pero sí cómo lo hicieron, me contaron un Cuento...” Así comienza el relato de María, una joven adoptada con 1 año de edad y a cuyos padres, llegado el momento, se les platearon las mismas dudas que a cada uno de nosotros, padres adoptivos.
jueves, 17 de mayo de 2018
Es muy triste…
Es muy triste verte triste, si pudiera evitarte el sufrimiento te prometo que lo haría. Preferiría pasar por la angustia que sientes antes que verte con la mirada agachada y sin ánimo.
Nos cuentas que hoy te sientes mal, que tu “grupo de amigas” no quiere que salgas con ellas. Dicen que eres nerviosa, que vas “a tu bola” que no paras de hablar, que apareces y desapareces sin que nadie sepa a donde vas… Y yo me pregunto ¿a caso ellas son perfectas?
¡Qué difícil es ser diferente en un mundo de “perfectos”!
¡Cuánto nos queda que aprender sobre “empatía” “tolerancia” “respeto” “solidaridad”…!
Es verdad que la adolescencia es dura y difícil, pero mucho más si te hacen sentir diferente, rara, que no mereces ser aceptada…
Qué bonito sería saber mirar en el interior de las personas, de las compañeras y compañeros de clase, descubrir lo bueno que hay en cada uno de ellos y ayudarles en lo que les hace falta aprender, en lo que no saben resolver por si mismos y acompañarles en su camino…
Hoy te veo triste y se me parte el alma, como a cualquier madre que ve sufrir a quien más quiere. Pero sé que eres fuerte, que has pasado por situaciones peores, que eres una SUPERVIVIENTE y que la palabra “resiliente” es la que te define.
Estoy segura de que encontrarás tu lugar en la vida, tus amigos del alma y todo lo que te mereces, porque tu corazón es grande y algún día, los que sepan mirarte con ojos de amistad verdadera, descubrirán todo lo que pueden ganar a tu lado.
¡Te quiero mucho princesa!
lunes, 14 de mayo de 2018
Cara y Cruz
Como casi todo en esta vida, la adopción también tiene su "cara y su cruz".
A los momentos felices, gratificantes, serenos... pueden sucederles otros de desconcierto, rabia, incomprensión y hasta miedo.
Desconcierto por no conocer muchos aspectos del pasado de nuestros hijos, rabia por nor saber cómo resolver algunas situaciones difíciles, incomprensión por parte de los más cercanos que siempre "saben resolver" dichas situaciones mejor que nosotros y miedo al futuro, a lo que vendrá, al futuro de nuestros hijos...
Porque aunque muchos lo nieguen, sus carencias afectivas en la primera infancia, además de otras circunstancias personales, les dejan una herida difícil de cerrar o, en el mejor de los casos, cicatrices que les recuerdan que en su pasado hay ABANDONO. Y lo escribo con mayúsculas porque el dolor de saber que las personas que supuestamente tenían que haberlos cuidado y protegido, se han desentendido de ellos, es inmenso.
Y no hay otra...
Puedes contarle o imaginar juntos historias de "renuncia por amor" de "te querían pero no pudieron cuidarte..." de "tu familia era muy pobre..." Nada les conforta ni le da respuestas. En el puzzle de sus vidas falta una pieza y ésto hará que su historia nunca esté completa. Aparece en nuestros hijos la angustia, el miedo, la inseguridad... que les lleva al desafío, la contradicción en sus afectos hacia nosotros, la ansiedad del miedo a un nuevo abandono... Se convierten en seres vulnerables e inseguros, propensos a dar afecto al "mejor postor" para sentirse "falsamente seguros y queridos".
Y... ¿qué podemos hacer, nosotros, los padres? Simplemente acompañarles en su camino, demostrarles que nuestro amor es incondicional, pero poniéndoles límites a sus constantes desafíos. Ellos los necesitan, aunque no lo parezca, porque sin límites se sienten perdidos. Hacerles saber que la adopción es para siempre y repetirles una y otra vez que los queremos.
Y, aún así, el camino no será fácil. Habrá altos y bajos, momentos felices y momentos de frustración, luces y sombras, cara y cruz... Incluso podemos llegar a creer que nos hemos equivocado... Pero estoy segura de que la tormenta pasará y al final seguirán siendo los hijos e hijas que un día el "hilo rojo" nos puso en el camino y nos ató al corazón.
martes, 17 de abril de 2018
Nadie dijo que fuera fácil...
Al principio, sentimientos encontrados...
A la ilusión inicial del encuentro, de ver cumplido el anhelo de tantos años, a la felicidad de tener muy cerca esa carita tantas veces soñada, a la alegría de tener a tu hija entre tus brazos...
Se une el vértigo a “lo desconocido”, a no saber si “serás capaz”, a la responsabilidad de saber “que es para siempre” y, en algunas ocasiones, a la sospecha de que “algo no va bien...”
Y yo me pregunto... ¿ alguna vez nos hemos parado a pensar lo que ellos han sentido...?
Seguro que miedo, inseguridad, tristeza por lo perdido, aunque no fuera lo mejor del mundo, pero era “lo suyo”, lo conocido...
La Naturaleza y la Vida son sabias. Y esos pequeñines, que nos necesitan más que a nada en la vida, se agarran a nosotros como a una tabla de salvación. Y lo único que esperan es que seamos madres, padres y madres, ni más ni menos, con todo lo que eso implica...
¿Alguien dijo que fuera fácil...?
Ser madre ha sido y está siendo la “tarea” más difícil de mi vida. Pero también la más gratificante, la más enriquecedora, la que me hace salir de mí misma cada día para mirar a mi hija y hacer que se “sienta sentida” y adivinar, con solo mirarla a los ojos, a esos preciosos “ojos de almendra”, si el día ha ido bien o mal o, solamente, a permanecer callada a su lado, dejándole su tiempo y su espacio y que ella cuente lo que quiera, como quiera y cuando quiera...
¿Vendrán alegrías?
Sí
¿Vendrán dudas y sufrimientos?
También
Pero, desde el primer minuto que la tuve entre mis brazos, aunque nadie dijo que fuera fácil, supe que no habría fuerza en el mundo que me hiciera renunciar a darle lo mejor de mí.
Te quiero mucho, princesa.
A la ilusión inicial del encuentro, de ver cumplido el anhelo de tantos años, a la felicidad de tener muy cerca esa carita tantas veces soñada, a la alegría de tener a tu hija entre tus brazos...
Se une el vértigo a “lo desconocido”, a no saber si “serás capaz”, a la responsabilidad de saber “que es para siempre” y, en algunas ocasiones, a la sospecha de que “algo no va bien...”
Y yo me pregunto... ¿ alguna vez nos hemos parado a pensar lo que ellos han sentido...?
Seguro que miedo, inseguridad, tristeza por lo perdido, aunque no fuera lo mejor del mundo, pero era “lo suyo”, lo conocido...
La Naturaleza y la Vida son sabias. Y esos pequeñines, que nos necesitan más que a nada en la vida, se agarran a nosotros como a una tabla de salvación. Y lo único que esperan es que seamos madres, padres y madres, ni más ni menos, con todo lo que eso implica...
¿Alguien dijo que fuera fácil...?
Ser madre ha sido y está siendo la “tarea” más difícil de mi vida. Pero también la más gratificante, la más enriquecedora, la que me hace salir de mí misma cada día para mirar a mi hija y hacer que se “sienta sentida” y adivinar, con solo mirarla a los ojos, a esos preciosos “ojos de almendra”, si el día ha ido bien o mal o, solamente, a permanecer callada a su lado, dejándole su tiempo y su espacio y que ella cuente lo que quiera, como quiera y cuando quiera...
¿Vendrán alegrías?
Sí
¿Vendrán dudas y sufrimientos?
También
Pero, desde el primer minuto que la tuve entre mis brazos, aunque nadie dijo que fuera fácil, supe que no habría fuerza en el mundo que me hiciera renunciar a darle lo mejor de mí.
Te quiero mucho, princesa.
miércoles, 7 de marzo de 2018
No me imagino...
No me imagino la vida sin ti...
Sin tu mi rada curiosa el día que te cogí en mis brazos por primera vez...
Sin los llantos desconsolados, los tuyos y los mios, tú en tu cuna y yo en el salón, porque una "mente lúcida" nos había aconsejado no cogerte en brazos porque te podías acostumbrar... ¡Cómo me arrepiento de haberle hecho caso...!
Sin tus risas y tus carreras por todas partes, sin hablar claro, pero haciéndote entender...
Sin tu gesto de indiferencia cuando iba a recogerte a la guarde...
Sin tus primeras letras bailando en la hoja de papel en blanco...
Sin tus dibujos familiares, donde tardaste tiempo en aparecer...
Sin tus constantes preguntas, curioseándolo todo...
Sin tus ojos tristes, pensativa, imaginando no sé qué...
Sin tus abrazos, acompañados de un "os quiero mucho..."
Sin tus respuestas "altaneras" porque crees que "ya lo sabes todo..."
Sin tus protestas para que te suelte de la mano y la vergüenza por darte un beso a la puerta del cole...
Sin nuestras "negociaciones" para colocar o no en tu habitación los carteles de tus cantantes favoritos...
Sin las "peleas" con papá porque te molesta que te corrija las tareas...
Sin tu carita redonda, sin tus ojos de almendra, sin tu sonrisa picarona...
Sin toda la VIDA que nos has regalado desde el primer minuto con nosotros...
Porque sin ti todo hubiera sido mucho más triste...
Te quiero mucho, princesa...!
Sin tu mi rada curiosa el día que te cogí en mis brazos por primera vez...
Sin los llantos desconsolados, los tuyos y los mios, tú en tu cuna y yo en el salón, porque una "mente lúcida" nos había aconsejado no cogerte en brazos porque te podías acostumbrar... ¡Cómo me arrepiento de haberle hecho caso...!
Sin tus risas y tus carreras por todas partes, sin hablar claro, pero haciéndote entender...
Sin tu gesto de indiferencia cuando iba a recogerte a la guarde...
Sin tus primeras letras bailando en la hoja de papel en blanco...
Sin tus dibujos familiares, donde tardaste tiempo en aparecer...
Sin tus constantes preguntas, curioseándolo todo...
Sin tus ojos tristes, pensativa, imaginando no sé qué...
Sin tus abrazos, acompañados de un "os quiero mucho..."
Sin tus respuestas "altaneras" porque crees que "ya lo sabes todo..."
Sin tus protestas para que te suelte de la mano y la vergüenza por darte un beso a la puerta del cole...
Sin nuestras "negociaciones" para colocar o no en tu habitación los carteles de tus cantantes favoritos...
Sin las "peleas" con papá porque te molesta que te corrija las tareas...
Sin tu carita redonda, sin tus ojos de almendra, sin tu sonrisa picarona...
Sin toda la VIDA que nos has regalado desde el primer minuto con nosotros...
Porque sin ti todo hubiera sido mucho más triste...
Te quiero mucho, princesa...!
miércoles, 7 de febrero de 2018
Adolescentes “cactus” y “padres terapéuticos”
Hoy, en Adopción Punto de encuentro, me he encontrado con este precioso cuento. Con su permiso lo reproduzco y hago mi reflexión sobre el tema.
Un pequeño cactus lloraba silenciosamente.
Un zorro al verlo le preguntó qué le había sucedido.
El cactus le dijo: “Estoy triste porque desde que nací nadie me ha abrazado, ni siquiera mi madre, porque estas espinas me lo impiden”.
El zorro, impresionado ante tal enigma intentó ayudarlo sacando con el hocico algunas de las espinas, pero cada vez que lo intentaba o el cactus se quejaba o él mismo se pinchaba la nariz.
Ya vencido, el zorro se dedicó a pensar.
De pronto, saltó de emoción y dijo: ”Vengo en un momento”.
Poco tiempo después, el zorro volvió junto con una gran alpaca lanuda, tan lanuda que al abrazar al cactus sus espinas no pudieron dañarla.
Iván Manuel Valdivia Gandurván
Este emotivo cuento me ha ayudado a reflexionar sobre algunos comportamientos, que nos pueden “descolocar”, de nuestros hijos adolescentes.
Es cierto que en alguna ocasión le he recriminado a mi hija parecerse a un “cactus pinchón...” pero inmediatamente he procurado que las “espinas”, al igual que a la alpaca lanuda, no me llegaran. No es fácil, pero si tenemos presente los sentimientos que pueden provocar esa reacción, nuestra perspectiva de la situación puede cambiar.
No es lo mismo creer que “lo hace por fastidiar”, que pensar “que sufre” y que ese sufrimiento nace del dolor por haber sido abandonada, maltratada, despreciada... por las personas que “se suponía” tenían que protegerla.
Recuerdo una conversación con Iratxe Serrano (La voz de los adoptados) en la que me habló por primera vez de ser “padres terapéuticos”. Tengo que reconocer que, al principio, no me gustó nada este título, pero con el paso del tiempo he tenido que darle la razón, como en muchas otras cosas...
Sí, “padres terapéuticos”, que ayuden a sanar las heridas, a comprender que la historia de nuestros hijos no comenzó con nosotros, que su paciencia sea infinita, tan infinita como puede llegar a ser la provocación de un adolescente... En definitiva, padres “lanudos” a los que las espinas del “adolescente cactus” no les lleguen. Y, si hace falta, como ese zorrito inteligente, buscar ayuda de un profesional que nos acompañe para sacar lo mejor de esas “personitas” que crecieron y nacieron de nuestro corazón y a las que “el hilo rojo” nos había unido desde siempre...
Te quiero mucho, princesa.
Un pequeño cactus lloraba silenciosamente.
Un zorro al verlo le preguntó qué le había sucedido.
El cactus le dijo: “Estoy triste porque desde que nací nadie me ha abrazado, ni siquiera mi madre, porque estas espinas me lo impiden”.
El zorro, impresionado ante tal enigma intentó ayudarlo sacando con el hocico algunas de las espinas, pero cada vez que lo intentaba o el cactus se quejaba o él mismo se pinchaba la nariz.
Ya vencido, el zorro se dedicó a pensar.
De pronto, saltó de emoción y dijo: ”Vengo en un momento”.
Poco tiempo después, el zorro volvió junto con una gran alpaca lanuda, tan lanuda que al abrazar al cactus sus espinas no pudieron dañarla.
Iván Manuel Valdivia Gandurván
Este emotivo cuento me ha ayudado a reflexionar sobre algunos comportamientos, que nos pueden “descolocar”, de nuestros hijos adolescentes.
Es cierto que en alguna ocasión le he recriminado a mi hija parecerse a un “cactus pinchón...” pero inmediatamente he procurado que las “espinas”, al igual que a la alpaca lanuda, no me llegaran. No es fácil, pero si tenemos presente los sentimientos que pueden provocar esa reacción, nuestra perspectiva de la situación puede cambiar.
No es lo mismo creer que “lo hace por fastidiar”, que pensar “que sufre” y que ese sufrimiento nace del dolor por haber sido abandonada, maltratada, despreciada... por las personas que “se suponía” tenían que protegerla.
Recuerdo una conversación con Iratxe Serrano (La voz de los adoptados) en la que me habló por primera vez de ser “padres terapéuticos”. Tengo que reconocer que, al principio, no me gustó nada este título, pero con el paso del tiempo he tenido que darle la razón, como en muchas otras cosas...
Sí, “padres terapéuticos”, que ayuden a sanar las heridas, a comprender que la historia de nuestros hijos no comenzó con nosotros, que su paciencia sea infinita, tan infinita como puede llegar a ser la provocación de un adolescente... En definitiva, padres “lanudos” a los que las espinas del “adolescente cactus” no les lleguen. Y, si hace falta, como ese zorrito inteligente, buscar ayuda de un profesional que nos acompañe para sacar lo mejor de esas “personitas” que crecieron y nacieron de nuestro corazón y a las que “el hilo rojo” nos había unido desde siempre...
Te quiero mucho, princesa.
martes, 6 de febrero de 2018
Una de mis canciones...
Esta canción me emocionó desde el primer momento que la escuché. Para mi, además, hay otros héroes...
Mis héroes y heroínas no van vestidos con trajes luminosos, ni con capas que vuelan, ni tienen poderes mágicos, ni puños poderosos...
Mis héroes y heroínas son niños y niñas de verdad, supervivientes de situaciones difíciles, que han aprendido desde muy pequeños que el llanto no se calma con un abrazo, que no hay unos ojos a los que mirar cuando te alimentan, que el frío no se pasa con el calor del pecho de una madre, que en medio del miedo no hay una mano que te tome y apriete la tuya, ni una caricia en medio del dolor...
Mis héroes y heroínas han aprendido a seguir adelante en medio de la adversidad... Y se con vierten en príncipes y princesas, de patitos feos en cisnes hermosos. Sólo hay que saber descubrirlos, acompañarlos en su “escalada” por la vida, asegurarles que nuestro amor es para siempre y, llegado el momento, dejarlos volar...
Mis héroes y heroínas no van vestidos con trajes luminosos, ni con capas que vuelan, ni tienen poderes mágicos, ni puños poderosos...
Mis héroes y heroínas son niños y niñas de verdad, supervivientes de situaciones difíciles, que han aprendido desde muy pequeños que el llanto no se calma con un abrazo, que no hay unos ojos a los que mirar cuando te alimentan, que el frío no se pasa con el calor del pecho de una madre, que en medio del miedo no hay una mano que te tome y apriete la tuya, ni una caricia en medio del dolor...
Mis héroes y heroínas han aprendido a seguir adelante en medio de la adversidad... Y se con vierten en príncipes y princesas, de patitos feos en cisnes hermosos. Sólo hay que saber descubrirlos, acompañarlos en su “escalada” por la vida, asegurarles que nuestro amor es para siempre y, llegado el momento, dejarlos volar...
Nos sorprenderán si sabemos ver más allá de lo cotidiano, más allá de sus dudas y de sus miedos, más allá de sus éxitos y de sus fracasos, pero viviendo con intensidad lo que la vida un día les negó y ahora les devuelve en forma de amor incondicional, de paciencia infinita, de comprensión y tolerancia...
Nuestros héroes y heroínas, nuestros hijos e hijas, los que nos han enseñado que se puede ser pequeño y al mismo tiempo fuerte, los que han convertido nuestras vidas en un día a día de superación y entrega y a los que, por mucho que pase el tiempo, llevaremos siempre en el CORAZÓN, porque de allí NACIERON...
lunes, 29 de enero de 2018
Las heridas también se curan....
Seguro que en alguna ocasión todos hemos puesto en fila las pequeñas figuras que emergen de una en una de las famosas muñecas rusas, las matrioskas.
No hace mucho, contemplando mi hija y yo cómo iban saliendo una detrás de otra, se me ocurrió preguntarle...¿Te imaginas que tú pudieras hacer lo mismo, que pudieras sacar de tu interior a todas las pequeñas niñas que han ido creciendo dentro de ti?
Se quedó pensando un momento y, con la mirada puesta en la más pequeña, la tomó entre sus manos, la acarició y me dijo: "Mamá ésta sería yo de bebé y creo que a una bebé hay que cuidarla mucho..."
Y tenía razón, a una bebé hay que cuidarla mucho...pero nunca es tarde...
Sería estupendo poder ayudar a nuestros hijos/as a sacar a su bebé y a mirarla con cariño y a consolarla y a decirle que ya está a salvo...
Y, poquito a poquito, enseñarles que las heridas se curan, aunque para ello tengamos que sacarlas y limpiarlas de vez en cuando, como a las muñecas matrioskas...
No hace mucho, contemplando mi hija y yo cómo iban saliendo una detrás de otra, se me ocurrió preguntarle...¿Te imaginas que tú pudieras hacer lo mismo, que pudieras sacar de tu interior a todas las pequeñas niñas que han ido creciendo dentro de ti?
Se quedó pensando un momento y, con la mirada puesta en la más pequeña, la tomó entre sus manos, la acarició y me dijo: "Mamá ésta sería yo de bebé y creo que a una bebé hay que cuidarla mucho..."
Y tenía razón, a una bebé hay que cuidarla mucho...pero nunca es tarde...
Sería estupendo poder ayudar a nuestros hijos/as a sacar a su bebé y a mirarla con cariño y a consolarla y a decirle que ya está a salvo...
Y, poquito a poquito, enseñarles que las heridas se curan, aunque para ello tengamos que sacarlas y limpiarlas de vez en cuando, como a las muñecas matrioskas...
viernes, 26 de enero de 2018
Momento trascendente
Cansada de estar todo el día de un lado para otro, me encontraba echada en la cama estirando un poco las piernas y la espalda. Mi hija se acercó a mi, se acostó a mi lado y me dijo: “ mamá, lo que más me gusta es estar contigo, acostada a tu lado...”
Se acurrucó a mi lado, colocó su cabeza cerca de mi pecho, como si quisiera escuchar los latidos de mi corazón, agarró una manta pequeña que había cerca y se tapó entera...
Así permaneció callada durante un buen rato, respirando pausadamente... era lo más parecido ala posición de un bebé dentro del útero materno...
Mi hija estaba viviendo esa experiencia yyo la acompañaba en silencio...
Me abrazaba, besaba y acariciaba mi cara con su cara, repitiéndome constantemente lo mucho que me quería...
La palabra “mamá” la pronunciaba una y otra vez, como si necesitara empaparse de ella...
Vivimos un momento mágico y trascendente, ella y yo.
Espero y deseo que momentos así se repitan con frecuencia. Serán momentos para consolidar el vínculo de apego, para fortalecer nuestra unión y para que mi hija siga confiando en que la adopción es para siempre...
miércoles, 3 de enero de 2018
La niña de ojos de almendra
Pero lo que más, más le gustaba era sentarse a mirar la luna, desde su ventana, antes de quedarse dormida. La niña de ojos de almendra crecía feliz. Sus cuidadoras la mimaban, como al resto de niñas, pero cada noche, al irse a dormir, la tristeza se colaba en su corazón, sentía que algo le faltaba. Por eso, al mirar la luna, le parecía ver en ella una inmensa sonrisa y una mirada cariñosa y protectora que la ayudaba a dormir.
Una mañana de primavera, su cuidadora la llevó a la sala de visitas. Allí, un hombre y una mujer, la esperaban nerviosos y entusiasmados. Se miraron fijamente, se sonrieron, se acercaron despacio y pasaron el resto del día juntos.
Al llegar la tarde, la niña de ojos de almendra, se despidió de sus amigas y de su habitación y de la ventana por donde cada noche veía a la luna...
Pero no se iba triste, había encontrado aquella sonrisa cariñosa y protectora, que le ayudaba a dormir cada noche, en las miradas emocionadas de sus recién estrenados PAPÁS.
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